abominables homosexuales 2

Por: José Luis Solís Vázquez

“Aquellos que pueden hacerte creer absurdos, pueden hacerte cometer atrocidades”

Voltaire

Nuestros compañeros de trabajo, amigos, hermanos, padres, hijos o hasta espos@s podrían ser homosexuales. Para algunos homosexuales parece ficción, pero es la extraña realidad de muchos. El porcentaje de homosexuales varía según la fuente consultada, pero en todas las culturas, en todos los tiempos, donde hay información disponible la proporción fluctúa desde un mínimo de 5% hasta un máximo de 25%. Los estudios más conservadores nos hablan de que alrededor del 10% de los seres humanos son homosexuales, por lo que es muy probable que la mayoría conozcamos al menos a una persona gay en el transcurso de nuestra vida. Ya sea que nos genere compasión o aversión, de acuerdo a la estadística la homosexualidad es algo con lo que todos convivimos en mayor o menor medida.

Al momento de escribir éste post (octubre de 2015) el matrimonio gay es legalmente reconocido en 20 países en su totalidad y en gran parte del territorio de México y el Reino Unido, siendo los Países Bajos el primero en admitirlo por ley hace casi 15 años. Lo que parecía una moda escandalosa de un país conocido por sus políticas liberales (por ejemplo, en Holanda el consumo de la marihuana es legal desde finales de los 70’s) es hoy una tendencia mundial, a pesar de que aún en 10 países (Yemen, Irán, Irak, Mauritania, Nigeria, Qatar, Arabia Saudita, Somalia, Sudán y Emiratos Arabes Unidos) la homosexualidad se castiga legalmente con la muerte. El 26 de junio de 2015 el matrimonio entre personas del mismo sexo fue legalizado por la Suprema Corte de Justicia en todo el territorio de Estados Unidos, lo que trajo el tema a un primer plano. En mi entorno inmediato, entre una contundente mayoría de comentarios en desacuerdo a la legislación, hubo algunas voces de apoyo a la nueva prerrogativa de los hombres y mujeres homosexuales a contraer todos los derechos y obligaciones otorgados por el matrimonio civil en EUA.

No me sorprende que en Latinoamérica la mayoría aún opine en contra de los derechos de los LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero) y que siga mirándolos con sentimientos que van desde el odio, el repudio o el temor hasta la lástima, la burla abierta o velada, o el sentimentalismo hipócrita de algunos líderes cristianos que usan la frase “odiamos el pecado, pero amamos al pecador” que creen que los hace sonar piadosos. Tristemente no me sorprende. Es más, creo saber de dónde viene todo eso, porque es lo mismo que sentía yo hacia los gays. Mi familia, la televisión (que hasta la fecha tiene un rol muy activo en mi educación) y mi iglesia me enseñaron que la homosexualidad no sólo era una desviación y una perversión, sino que también era un pecado. Creo que nunca fui homofóbico, pero sí buscaba activamente tratar de “reparar” a mis pocos amigos homosexuales mediante terapia, consejería y oración. Estaba preocupado por el futuro de sus almas inmortales, porque según Dios y su Palabra (en mi muy limitada y fundamentalista interpretación de aquel entonces), ellos quedarían fuera del Paraíso. O bueno, en el infierno, pues.

La homosexualidad parece ser uno de esos temas en que uno no gasta mucho tiempo reflexionando. Al menos no si se es heterosexual y ninguna persona cercana se ha animado a salir del clóset. Es un tema relativamente fácil, porque si uno no es gay o bisexual, simplemente está fuera de “riesgo”. En mi juventud uno cumplía con burlarse ocasionalmente de cualquier actitud que parecía homosexual o, en el mejor de los casos, compadecerse de ellos (sí, ellos, porque las mujeres gays eran casi como personajes de ficción) y de sus familias. “Pobres de sus mamás, pero más pobres de sus papás”, decíamos.

Siendo un tema “fácil” para opinar, los descubrimientos y la nueva evidencia científica pasan desapercibidos. Ya en la universidad tuve alguno que otro amigo gay (ya sea que hubiera o no salido del clóset), y aún ellos ignoraban la información vanguardista del tema. No los culpo. Cualquiera que se interesa por el tema de la homosexualidad corre el “riesgo” de ser confundido con uno de ellos. Apenas la semana pasada un amigo lejano me preguntaba por facebook de modo solemne y respetuoso si estaba todo bien en mi vida. Le respondí que sí, y le pregunté agradecido pero extrañado el porqué de su preocupación. Ya más relajado me contestó que había visto algunos de mis posts de apoyo a los derechos de los homosexuales y asumió “lo peor”: que yo era gay.

Mi amigo es un cristiano protestante que asiste a la misma iglesia en donde yo nací en el Evangelio cuando vivía en México. La misma iglesia en la que el Apóstol llamaba a los homosexuales “muerdealmohadas” y “soplanucas” desde el púlpito. Esa iglesia me dio muchas cosas, pero una sana interpretación de las Escrituras no fue una de ellas.

Hace alrededor de 4 años conocí a alguien que conoce la Biblia mucho mejor que yo desde el punto de vista histórico, socio-cultural y teológico y me dijo que “la Biblia realmente nada habla de la homosexualidad, al menos no lo que entendemos hoy como una relación romántica, monogámica y de mutuo consentimiento entre dos personas del mismo sexo.” ¡Me pareció una locura! Es decir, la Escritura habla claramente en al menos 6 versículos de la homosexualidad. ¿Qué hay de que “ni los afeminados, ni los que se echan con varones […] heredarán el reino de Dios” (1Co 6:9)? ¿O de las palabras de Pablo en Romanos 1:27? Claramente mi Biblia, la Reina-Valera 1960 que leía a diario desde que me convertí al cristianismo evangélico tiene varias alusiones evidentes a la homosexualidad… ¿cierto?

Creo que es cierto que la Biblia claramente condena el coito entre dos hombres en al menos 3 o 4 pasajes. Es evidente también que nuestra Sagrada Escritura considera a las mujeres poco más que ganado, que juzga la esclavitud como una práctica económica aceptable y que demanda sacrificios de sangre, ya sea animal o humana como expiación de los pecados. En éste contexto, es fundamental explorar si lo que los israelitas de hace 3,000 años entendían como una relación sexual entre personas del mismo sexo era parecido a lo que hoy describe el término homosexual.

Éste artículo no es un estudio Bíblico detallado, sino un pequeño análisis a los versos que típicamente se usan como argumento para definir la homosexualidad como pecado. Una guía rápida para limar el filo de versos comúnmente usados como dagas para desgarrar el alma de miles de homosexuales. Dos de los más utilizados están en Levítico:

No te echarás con varón como con mujer; es abominación.
Levítico 18:22

y

Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.
Levítico 20:13

Para mayor claridad en un tema que puede resultar enredado, voy a dividir el análisis de los versos en tres partes: 1. el rol de la mujer en la sociedad israelita, 2. el origen de la palabra abominación en el contexto ritual de Levítico y 3. los peligros que rodeaban al pueblo judío mientras se escribió el Pentateuco.

1. La mujer en tiempos Bíblicos

A lo largo de toda la Escritura y hasta Gálatas 3:28 donde Pablo afirma que ya no hay distinción entre hombres y mujeres (contrario a lo que él mismo habla en 1Corintios 14:33-35 donde las manda a callar en la congregación), se describe una sociedad donde los hombres tienen una posición muy superior a las mujeres. Mientras la mujer está limitada a la vida privada del hogar y a la crianza de los hijos, los hombres son los líderes, maestros, profetas, reyes y caudillos. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento fueron escritos exclusivamente por varones (según la atribución de autoría tradicional) y sólo los libros de Rut y Ester llevan por título el nombre de una mujer. 140 mujeres son llamadas por nombre propio comparadas contra más de 3,000 varones en la Biblia. En los 10 mandamientos de Éxodo 20, el verso 17 dice textualmente: “No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen, ya sea su esposa, su sirviente, su sirvienta, su buey, su burro, o cualquiera de sus pertenencias”, contando a la esposa entre las posesiones al mismo nivel del buey o del burro. La sujeción y sumisión de la mujer hacia el hombre es un rasgo cultural que prevalece hoy en día en la ortodoxia judía. El matrimonio entre los istraelitas no era resultado de una relación romántica, sino básicamente un contrato social (por ejemplo el matrimonio de Isaac arreglado por su padre Abraham en Génesis 24). El sexo entre hombre y mujer no era algo consensuado ya que la mujer tenía que estar dispuesta siempre que su marido o propietario lo deseara. Las mujeres estaban consagradas a sus esposos, mientras que los varones tenían el derecho de casarse con cuantas mujeres pudieran mantener, tal como hicieron el rey David y su hijo el rey Salomón (según 1Reyes 11:3 éste último tuvo nada menos que 700 mujeres y 300 concubinas números que según algunos académicos -como Linda S. Schearing en “The Age of Solomon: Scholarship at the Turn of the Millenium” (pag.436)- es una exageración y no debe tomarse literal). En resumen, el hombre gozaba de una categoría superior.

El contexto de Levítico es el llamado “Código de Santidad”, diseñado para separar al pueblo de Israel de las tribus vecinas. En palabras del Rev. Dr. Frank G. Kirkpatrick, “éste Código de Santidad asume santidad establece el estado ‘normal’ o ‘natural’ de las cosas. Cualquier desviación era considerado anormal y por lo tanto impuro, inmundo y contaminante. La menstruación no es ‘normal’ para las mujeres puesto que ocurre con menos frecuencia que los períodos de no-menstruación, por lo tanto las mujeres en su período menstrual son consideradas ‘impuras’. Los defectos o discapacidades físicas (como la ceguera o la cojera) son anormales, por lo tanto, impuros.” Kirkpatrick continúa su explicación: “Los hombres que actúan como mujeres son anormales, por lo tanto, impuros. Se asumía que los hombres sintieran atracción sexual a las mujeres y cualquier cosa fuera de esa norma estaría contra la ‘naturaleza humana’. Si un hombre se echa con un varón actuaría en contra de su propia naturaleza. Era inconcebible en éste contexto que un hombre estuviera biológicamente predispuesto a desear a otro hombre.” El concepto de homosexualidad, no como una decisión, sino como una minoría en el espectro de la sexualidad humana era desconocido para las mentes de la antigüedad.

Según el Rev. Dr. Mel White en el documental “For The Bible Tells Me So” La frase “No te echarás con varón como con mujer” en realidad era una advertencia a los varones para evitar bajar de categoría al tomar el rol de la mujer durante el acto sexual. Para un varón, ser considerado mujer era (y es aún probablemente) el mayor insulto. Un dato curioso es que la sociedad israelita parecía muy preocupada por regular las relaciones homosexuales entre hombres, pero ignora por completo el tema respecto a la mujer. En el Antiguo Testamento no existe una sola mención al sexo lésbico o entre dos mujeres y la única regulación para la mujer al sexo fuera de lo establecido la encontramos en Levítico 18:23 donde se les prohibe tener sexo con animales.

2. “Abominables” homosexuales

La palabra hebrea toebah que se  traduce como abominación (abominación: condenación o aborrecimiento) no siempre se utiliza con la misma carga moral. Se trata de un término técnico de culto usado en contextos de idolatría. Según el Reverendo Dr. Laurence C. Keene la relación homosexual se califica como abominable desde las nociones judías de pureza ritual, un concepto que en sí mismo carece de connotaciones éticas y morales. Uno de los principales motivos de los ritos sagrados de los israelitas era buscar mantenerse santos o kadosh según el original, que significa “elegido por Dios”, “diferenciado” o “distinguido”, por lo que buscaban separarse de las costumbres de los pueblos vecinos cananeos (como advierte Levítico 18).

Los territorios que la Biblia llama la Tierra de Canaán o Tierra Prometida (actualmente Israel, la Franja de Gaza, Cisjordania, la zona occidental de Jordania y partes de Siria y Líbano) estaban habitados por pueblos diversos como los amorreos, jebuseos, filisteos, arameos, hicsos, entre otros. Al conjunto de éstos pueblos o tribus se les conoce como pueblos cananeos. Según la teología cananea, Baal y Astarté, las deidades de la fertilidad debían tener sexo para que las cosechas y los animales se reprodujeran. En su libro “Preaching and Reading the Old Testament Lessons” (pag. 171-172) la Dra. Elizabeth Achtemeier afirma que los cananeos practicaban la magia imitativa o magia empática, es decir, creían que podían influir en los dioses realizando los actos que deseaban de ellos. Creyendo que la unión sexual entre el dios Baal, representado por un toro (símbolo de la fertilidad) o un hombre con cabeza de toro, y Astarté o Astoret (madre de Baal) produciría fertilidad en sus tierras, ganado, esclavos y mujeres, los adoradores participaban en rituales sexuales donde el hombre representaba a Baal y una sacerdotisa representaba a Astarté. Según el rabino alemán Abraham Geiger, el nombre Moloc es frecuentemente un sustituto intencional de Baal, ambos representados como un hombre con cabeza de toro. Una costumbre común entre los cananeos era el sacrificio de animales al dios Moloc. En tiempos de escasez, reemplazaban animales por bebés en un esfuerzo para obtener respuestas de los dioses. Como parte del ritual el padre del bebé sacrificado tenía sexo (ofrecía su semilla) con los sacerdotes o sacerdotisas de Moloc/Baal a cambio de lo cual esperaba buenas cosechas y abundante ganado (en aquellos días la riqueza se medía en la cantidad de rebaños y esclavos que un hombre poseía) y numerosos hijos a futuro. Entre quienes ejercían la prostitución ritual en el templo de Moloc, no sólo había mujeres, sino que era común encontrar varones.

Levítico 18 tiene un título que varía según la traducción pero que dice algo similar a Relaciones Sexuales Ilícitas y a partir del verso 6 comienza una larga mención de los actos que El Señor considera inaceptables. De repente, se lee en el versículo 21: “No permitirás que ninguno de tus hijos sea sacrificado a Moloc, profanando así el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.” [BLPH], en un versículo que parece total y extrañamente fuera de contexto ya que, en efecto, como lo dice el título, todo el resto del capítulo 18 habla de relaciones sexuales prohibidas. ¿Porqué se incluiría éste aviso justo antes del famoso versículo 22 que advierte: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación”? Levítico 18:21 y 22 están estrechamente relacionados como una causa-efecto. Como mencionamos en el párrafo anterior, en las tribus de Canaán era común que una relación sexual entre dos varones fuera parte del ritual al dios Moloc que además incluía el sacrifico de un bebé humano. En éste sentido, la prohibición a las relaciones homosexuales estaba en estrecha relación con la idolatría.

Ya que Israel era una teocracia la idolatría era algo equivalente a lo que hoy conocemos como alta traición, un crimen que atenta contra la seguridad nacional y que en todas las épocas se ha castigado con severidad (en Canadá la alta traición se castiga con cadena perpetua).

Levítico está lleno de prohibiciones y advertencias acerca de actos ritualmente impuros para los judíos, pero no por ello inmorales o pecaminosos. Algunos ejemplos de prohibiciones de Levítico que hoy son anacrónicas (para las prohibiciones alimentarias el original usa la palabra hebrea shequets que en español se traduce como abominación):

Lv 3:17 comer grasa
Lv 3:17 comer sangre
Lv 5:2 tocar o comer un animal impuro (avestruces, ranas, lagartos, caracoles, tortugas, conejos, camarones, cerdos, entre otros)
Lv 10:9 beber alcohol en lugares sagrados (éste es un problema grave para los católicos)
Lv 12:4 ir a la iglesia antes de 33 días de haber dado a luz a un niño
Lv 12:5 ir a la iglesia antes de 66 días de haber dado a luz a una niña
Lv 19:9 cosechar un campo hasta los bordes del terreno
Lv 19:10 recoger uvas que han caído en mi propio viñedo
Lv 19:19 hacer telas de dos fibras diferentes (por ejemplo, lana y algodón)
Lv 19:19 hacer cruzas de animales (por ejemplo un burro con un caballo para obtener una mula)
Lv 19:19 sembrar dos diferentes tipos de semilla en el mismo campo
Lv 19:23 comer fruta de un árbol antes de cumplir 4 años de haberlo sembrado
Lv 19:27 rasurarse la barba
Lv 19:28 tatuarse
Lv 19:32 no ponerse de pie en la presencia de ancianos
Lv 19:33-34 no ser hospitalario con los extranjeros
Lv 20:9 insultar a tu padre o madre (el castigo es la muerte)
Lv 20:11 los sacerdotes tenían prohibido entrar donde hubiera alguna persona muerta

(incluso su propio padre o madre)

Lv 22:28 matar una vaca y a su becerrito en el mismo día
Lv 23:3 trabajar el sábado
Lv 25:23 vender tierras de manera permanente
Lv 19:42 vender un israelita como esclavo (si el esclavo es extranjero no hay problema)

Algunas de las anteriores perdieron vigencia incluso para los tiempos de Pablo, que en Romanos 14:14 dice con respecto a las prohibiciones alimentarias: “A mí, nuestro Señor Jesús me ha enseñado que ningún alimento es malo en sí mismo.” Estimado lector, querida lectora, ¿cuántos seguiríamos con vida si por ejemplo Lv 20:9 fuera una ley vigente el día de hoy y todos los que hemos insultado a nuestros padres fueramos castigados con la muerte?

3. ¡Cuestión de Supervivencia!

A pesar de que la autoría del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) o Torá se le atribuye a Moisés, según la hipótesis documental, la recopilación de los libros se llevó a cabo durante los siglos VII o VI a.C., poco antes o durante el exilio que sufrieron los judíos a manos del imperio Babilonio (mencionado en la Biblia por Jeremías 39-43, 2Crónicas y 2Reyes). Una de las principales razones de la recopilación y escritura del Pentateuco fue la preservación de la tradición e historia judías ya que el exilio amenazaba seriamente la supervivencia de la identidad hebrea. La fertilidad de las mujeres se convirtió entonces en una condición sumamente valiosa para una nación que necesitaba multiplicarse y crecer ante el riesgo de la extinción, por lo que el sexo infértil entre dos hombres era indeseado. El tema recurrente de la esterilidad sanada por mano de Dios en la Biblia deja claro que la fertilidad era una de las prioridades del pueblo hebreo (Sara en Génesis 21:3, Rebecca en Génesis 25:6, Raquel en Génesis 30:24, entre otras).

En Génesis 38:10, Onán, el segundo hijo de Judá es asesinado por Dios por desobedecer la ley del levirato al salirse antes del clímax y derramar su semen en tierra para evitar embarazar a Tamar, viuda de Er (primogénito de Judá). El llamado onanismo y las relaciones sexuales entre dos hombres son condenadas aquí por ser infértiles en tiempos en que la multiplicación era cuestión de supervivencia, no por ser inmorales o pecaminosas.

Un ejemplo del concepto bíblico de que la fortaleza de un pueblo venía de sus números está en el relato de Éxodo 1:9-22 donde al ver que los judíos se multiplicaban abundantemente, Faraón mandó a las parteras egipcias a matar a todos los hijos varones hebreos. Levítico, como varios libros del Antiguo Testamento no siempre es un lectura sencilla, pero creo que es enriquecedora cuando se toma en cuenta la fascinante complejidad de las culturas que protagonizan el libro. Espero que no haya sido una lectura demasiado árida.

Sacudirnos la ignorancia con respecto a la homosexualidad es para muchos cuestión de vida o muerte. Según una encuesta de San Francisco Unified School District del 2011, el 33.5% de los alumnos gays y el 49.8% de los alumnos transexuales de secundaria trataron de suicidarse contra sólo el 6% de los alumnos heterosexuales. De manera increíble, para algunos los altos índices de suicidio entre los no-heterosexuales es un fenómeno causado por la mera condición de ser homosexual; se necesita una visión muy limitada (o muy tendenciosa) para no tomar en cuenta los enormes niveles de estrés que sufren los jóvenes homosexuales aún en nuestros días.

Le dejo, amable, lector y lectora deseando que nos volvamos a encontrar en la próxima entrega de ésta serie acerca de los Abominables Homosexuales. Una última pregunta para su reflexión: ¿Cuando decidió usted ser heterosexual?